dilluns, 22 d’agost del 2011

Los días vendimiadores

Bodegas Mezquita (2010): Maridaje y Cata de Vinos D.O.
Se acercan los días vendimiadores, pasada ya la jornada de Nuestra Señora Setembrina, y el domingo, en Leiro, celebran su fiesta los ribeiros más propios, los del Avia, el dulcísimo río. Excluyendo el jerez palomino quedan todavía en pie muestras de las cepas antiguas, caiño, lado, brencellau, godello, treixadura, albariño… Ilustres apellidos que meter en la gran contienda vinícola del país. Cabanilllas dijo para siempre esta hora en un hermosísimo verso: es asios mestos no dourado outono. A nuestro lado, bajo el sol y la luna, se está haciendo el gran misterio del vino, y en las uvas dorada y púrpura se asientan esas materias invaluables que luego en las frescas y sombrías bodegas se transformarán en la que Paracelso llamaba “los fermentos bulliciosos de la Naturaleza”. Desde las orillas del Mandeo, a las del Sil, desde Amandi a Ponte Arnelas, toda Galicia vendimia. Y yo quisiera saber si en nuestro país se conservan, en la secreta memoria campesina, esos ritos de las jornadas vendimiadoras que leemos en Borgoña y Toscana, de Aquitania y de Sicilia. Ahora mismo acabo de enterarme en un libro de Jung, Psicología y alquimia, de una procesión de viejas contando chistes verdes por entre los viñedos borgoñeses para excitar la virilidad del vino, y hacer el que va a nacer de las uvas que escucharon aquellos, un caldo más graduado y valeroso, varón irreprochable, como un Preux de las chansons… Creo haber contado ya en estas mismas páginas cómo en Sicilia, en vísperas de la vendimia, un extranjero no debe aventurarse entre los viñedos, porque lo más fácil será que encuentre la muerte, y enterrado al pie de una cepa, su sangre y la cal de los huesos sirvan para vivificar el viñedo que se tiende en aquellas tierras pobres y blancuzcas al sol. Pasear fuego en un plato por entre las vides era cosa de provenzales, y la virgen que lo hacía ha merecido unos versos sonoros de Mistral (…).
Me temo que en Galicia no tengamos ritos de vendimia y que vayamos simple, humildemente, a recoger la cosecha que manda Dios. Todo lo más canciones que quiebran en el aire la alegría del día; canciones que acaso se le noten luego al vino, se hagan parte de su alma, sean en él la forma misma de la alegría moza y fugitiva.
Iremos, pues, al Ribeiro a la vendimia, a la fiesta de Leiro. Cerca de los señores catadores pasa el río Avia. Va a que se lo beba el Miño, el gran río paternal, oscuro y lento, al pie mismo de la villa de Ribadavia (…). En la mesa de la cata estarán los blancos y los tintos, los cordiales, parleruelos, humanados amigos. El vino hace siempre un gran esfuerzo por hacerse amigo del hombre, por habitarle los sueños, por despertarle la memoria. Se bebe para recordar, que no para olvidar. Hay vinos nuestros que te echan un brazo por encima del hombro y te acompañan durante una larga hora, vagabundos locuaces y generosos tú y él. (…)


Cunqueiro, Álvaro (1981) . La cocina cristiana de Occidente, Barcelona : Los 5 sentidos, 281-283

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